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Hacia la década de 1860, México entró en un proceso definitorio de su destino. Fueron años en que las pugnas entre mexicanos se radicalizaron de tal forma que se involucró la invasión de una potencia europea que intentó imponer un emperador. Así, la disyuntiva estaba limitada entre dos opciones irreconciliables: la monarquía y la república. Algunos mexicanos vieron que esa no era la verdadera sustancia del estado de postración en el que se encontraba el país, pues se requerían cosas más simples e inmediatas: salud, infraestructura y educación, mismas que no se podían ver como factores aislados. Estos hombres se abocaron a la integración de agrupaciones que buscaban la solución a esa colosal problemática.

Fue así que un grupo de amigos de diferentes disciplinas se reunieron en torno al pianista Tomás León para discutir sobre diversos tópicos de la vida nacional, sobre todo en lo referente al arte y la música en particular. Ellos eran médicos, empresarios, escritores, abogados, ingenieros y en general una gama de profesionales que compartían una genuina inquietud.

Cuando Melesio Morales expresó el deseo de llevar a la escena  su ópera Ildegonda, y luego de enfrentar varias dificultades debido a la resistencia de Amibale Biacchi, empresario de ópera activo en México en esa temporada, en presentarla en su compañía, el grupo  adoptó esa ópera como la bandera de su contienda. Forzaron cuanto pudieron llegando a boicotear una función de Baile de Máscaras  de Verdi, así consiguieron el apoyo del público, lo cual forzó al empresario a programar la obra de Morales. Ante este éxito, el grupo decidió constituirse en una asociación formal que evitara subsiguientes desprecios y de paso conseguir la dignificación de la profesión musical por medio de un conservatorio. De este modo, el 14 de enero de 1866, se constituyó en asamblea la Sociedad Filarmónica Mexicana (1), en cuyas primordiales funciones estaba la fundación de un Conservatorio (2). La aceptación social de tal evento fue enorme, y trascendió las fronteras de tal suerte que el pianista Franz Liszt envió su cooperación para el feliz desempeño de tales tareas, lo cual le valió para ser nombrado socio de Sociedad Filarmónica Mexicana y la obtención de la orden de Guadalupe. Por supuesto que el primer logro de la Sociedad fue el hacer que Biacchi estrenara Ildegonda el día 27 de enero.

De este modo, en una casa que había sido sede de la academia de música del Padre Agustín Caballero, se abrió el Conservatorio el día 1ro de julio de 1866, siendo nombrado Caballero como director.

Esta nueva institución tenía implícitamente la misión de entrenar músicos competentes para las funciones operísticas y musicales del país, así como la formación artística de los mismos. Además, este nuevo conservatorio vio la oportunidad de hacer algo inédito en México: la formación profesional de las mujeres. Es decir el Conservatorio fue la primera escuela profesional en la que una mujer podría obtener un título profesional. Lo cual es especialmente significativo en una sociedad en la que la mujer carecía de cualquier derecho. De hecho, al cabo de un par de meses de que el Conservatorio inició actividades, su infraestructura se vio incrementada al integrarse la Academia de Música y Dibujo para Señoritas que dirigía la maestra María de la Luz Oropeza.

Así, el Conservatorio abrió cursos en prácticamente todas las disciplinas musicales vigentes además de, como otro aporte vanguardista, impartir la clase de idioma mexicano, siendo la primera escuela en dar esas clases formalmente (3).

Al caer el régimen imperial de Maximiliano se temió por la posible disolución del Conservatorio. No obstante, al contrario de ello, el gobierno de Juárez otorgó a la Sociedad Filarmónica Mexicana el magnífico edificio de la Ex Universidad y la lista de sus socios se vio incrementada con la presencia de connotados liberales, con lo que el Conservatorio pudo ampliar sus actividades hacia el arte dramático, convirtiéndose, bajo las gestiones de José Valero y de Aniceto Ortega, en Conservatorio de Música y Arte Dramático, condición que se conservó por varias décadas.

Pero la Sociedad Filarmónica Mexicana se encontró en 1877 con dificultades financieras (4),por lo que el gobierno intervino a fin de nacionalizar el Conservatorio e integrarlo al sistema educativo del Estado Mexicano. Es a partir de ese año que el Conservatorio es una de las escuelas del sector público mexicano (5).

Tras la nacionalización del Conservatorio, se implementó una serie de cambios de orden operativo y administrativo para ajustarlo a los procedimientos del gobierno federal, y el campo académico no estuvo al margen de los nuevos vientos, de tal suerte que se buscó colocar a la práctica y enseñanza musicales de acuerdo a la corrientes vigentes en Europa para dar así mayor eficiencia y eficacia al desempeño profesional de los músicos mexicanos, tanto en las temporadas de ópera de empresas extranjeras y nacionales como en los conciertos del mismo Conservatorio.

En términos generales la inclinación artística y académica de los primeros años del Conservatorio era una adaptación de los cánones de la ópera italiana, la planeación parisina y la idiosincrasia mexicana. Pero al llegar Porfirio Díaz al poder, lo francés empezó a inundar la sociedad, tanto en la arquitectura como en la literatura y en la música, de tal suerte que en el Conservatorio se empezaron a presentar cambios en la inclusión de prácticas pedagógicas francesas, lo cual causó airadas disputas entre los profesores (6).

Durante el porfiriato la actividad artística de la Ciudad de México encontró una vitalidad antes desconocida, ello fue gracias a las posibilidades que el Conservatorio proporcionó a la profesionalización de la escena, tanto en la ópera como en los conciertos y el salón. De hecho, la orquesta del Conservatorio se constituyó como un pilar de la cultura nacional. El éxito de esta nueva situación se debió a un mejor posicionamiento de la música en la sociedad mexicana y en el envío de profesores y estudiantes destacados a realizar estudios en Europa, eso sin descontar la práctica anual de concursos internos que estimularon el esfuerzo de los alumnos.

En 1907 el edificio de la Ex Universidad se encontraba en muy malas condiciones y hubo necesidad de demolerlo (7). Consecuentemente el Conservatorio nuevamente debió cambiar de sede, ahora,  hacia una casona de la Tabacalera Mexicana, frente al hoy Museo de San Carlos. Ese edificio era muy malo para las necesidades del Conservatorio, carecía de un teatro y se encontraba fuera de los entonces límites de la ciudad. Por ello las funciones más importantes debían ser efectuadas en el Teatro Abreu, que era rentado para tales propósitos.

En ese lugar el Conservatorio permaneció unos pocos años, pues en 1912 se adquirió la magnífica casa de Moneda 14 y 16, exactamente frente al Museo Nacional.

Las condiciones del país en plena Revolución generaron incontables cambios, uno de ellos fue la supresión del personal del Conservatorio en enero de 1915 por órdenes del Ejército Constitucionalista, pero tres meses después, la Convención de Aguascalientes reinstaló a la planta docente (8).

Al terminar el conflicto armado de la Revolución, las artes mexicanas se transformaron en el medio por el que la nueva nación habría de reflejarse. Es así que nace el llamado Nacionalismo Revolucionario que terminó por ser la propuesta cultural más emblemática de la historia de México, y así se le llegó a identificar en todo el mundo. A éste movimiento se integraron los principales artistas mexicanos de todos los tiempos y la música no fue la excepción. Por aquellos años el Conservatorio confirmó su vocación en la construcción de la nación, formando a los principales músicos mexicanos, quienes, además de ejercer una actividad artística destacadísima, se desempeñaron como docentes del Conservatorio. Así, Carlos Chávez, Silvestre Revueltas, José P. Moncayo y Manuel M. Ponce, entre otros nombres admirados, formaron a innumerables músicos, algunos de los cuales son hoy los más respetados.

La casona de Moneda 14 y 16 es un magnífico palacio que fue construido en el siglo XVIII para otros fines diferentes al de una escuela de música, por lo que carecía de la infraestructura habitual, como una sala de conciertos. Consecuentemente, las funciones mayores del Conservatorio hubieron de realizarse en los patios, en las instalaciones del Museo Nacional (mismo que se encuentra al otro lado de la calle de Moneda) o en un teatro rentado para tal efecto. No obstante, el Conservatorio alcanzó una posición destacada en la cultura posrevolucionaria y se convirtió no sólo en una de las entidades básicas del nuevo Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), sino en uno de los fundamentos para su creación en 1946.

Poco después de que México declarara la guerra a las potencias del eje, como consecuencia del hundimiento de algunos barcos de Pemex, el Gobierno expropió los terrenos del Club Hípico Alemán que se encontraba en las afueras de la Hacienda de los Morales. Pronto se vio que en ese espacio se podría construir un edificio concebido desde la mesa de diseño del arquitecto Mario Pani como una escuela de música de grandes dimensiones. De este modo, tras dejar el añoso edificio de Moneda 14 y 16, el Conservatorio se trasladó temporalmente a la escuela Normal de Maestros, y finalmente en 1949 se inauguró solemnemente la nueva sede. Este es el edificio que hoy ocupa el Conservatorio, y que desde del año 2012 es catalogado como Monumento Artístico de la Nación.

A partir de la integración del Conservatorio al INBA, la educación musical se encauzó cada vez en los parámetros de una educación profesional, diferenciándose de la Escuela de Música de la UNAM en su visión de la educación artística.

Las consecuencias de la II Guerra Mundial se dejaron sentir de manera contundente en las conciencias de la juventud en la década de 1960, el mundo experimentó un cambio de paradigmas y México no fue la excepción. Los cánones y paradigmas fueron cuestionados por una generación que vio las cosas de otro modo y, por lo tanto, el Nacionalismo Revolucionario encontró un movimiento de alternancia contra el que chocó en 1968. Nuevamente el Conservatorio tomó un papel central en las nuevas ideas, y si durante el movimiento estudiantil no destacó como protagonista, si fue un foco de expresión en la deconstrucción de los fundamentos del arte mexicano, con lo que se inició de lleno el movimiento vanguardista, corriente que se consolidó con el primer concierto de música electroacústica en el año de 1970 y la integración de grupos de compositores e intérpretes, que promovieron las nuevas prácticas como la aleatoriedad, el gestualismo, la improvisación, las técnicas extendidas y otras que marcaron la llamada Música Nueva, misma que hizo ver como obsoleto al Nacionalismo Revolucionario.

Hoy la vida musical mexicana es una de las más intensas de toda Latinoamérica, hay una veintena de orquestas profesionales, 3 compañías de ópera, y más de 50 escuelas superiores de música (al menos una en cada estado). Todo ello es muestra de que el Conservatorio ha dejado una enorme huella, a tal grado que no es posible entender la cultura mexicana sin esta institución.

Después de 155 años el Conservatorio es innegablemente un referente, ya que es quien posee la gran tradición del desarrollo artístico y educativo musical en México.

 

Mtro. Karl Bellinghausen   (1954-2017)

(1) Reglamento Orgánico de la Sociedad Filarmónica Mexicana. México; Imprenta económica, Puente de Jesús Nazareno Nr. 7; 1866. p. 4.

(2) Op. cit. p. 17.

(3) Altamirano, Ignacio Manuel. Obras Completas VII. Crónicas, Tomo 1. México; SEP; 1986.  p. 172.

(4) Entre los documentos del archivo General de la Nación figuran un par de estados de cuenta referentes a los adeudos de algunos socios protectores de la Sociedad Filarmónica y los faltantes para cubrir los adeudos por la construcción del Teatro.

(5) No hay que descartar algunas posibles consideraciones políticas, ya que en ese mismo año Porfirio Díaz ascendió a la presidencia y derrocó a Sebastián Lerdo de Tejada, quien era miembro de la Sociedad Filarmónica Mexicana, igual que Ignacio Ramírez, El nigromante, quien fue el encargado de ejecutar la nacionalización del Conservatorio y la consecuente disolución de la Sociedad Filarmónica.

(6) La más conocida es la postura de Melesio Morales quién se oponía al uso del piano en las clases de solfeo, práctica que se promovió por Alfredo Bablot, director de origen francés.

(7) Carlos Chávez expresó en el discurso inaugural del edificio de Masaryk que la demolición del edificio de la Ex Universidad fue un lamentabilísimo error.

(8) Posiblemente este episodio no tenía el objeto de cerrar el Conservatorio, sino más bien de reencausar a la institución de acuerdo con los nuevos programas del Estado, por ello fue integrado a la Universidad en 1917, permaneciendo como escuela universitaria hasta 1929, año de la Autonomía. 

 

 

 

 

 

 

 

 

El Conservatorio Nacional de Música: una institución de 150 años.

Hacia la década de 1860 México entró en un proceso definitorio de su destino. Fueron años en que las pugnas entre mexicanos se radicalizaron de tal forma que se involucró la invasión de una potencia europea que intentó imponer un emperador, Así, la disyuntiva estaba limitada entre dos opciones irreconciliables: la monarquía y la república. Algunos mexicanos vieron que esa no era la verdadera sustancia del estado de postración en el que se encontraba el país, pues se requerían cosas más simples e inmediatas: salud, infraestructura y educación, mismas que no se podían ver como factores aislados. Estos hombres se avocaron a la integración de agrupaciones que buscaban la solución a esa colosal problemática.

Fue así que un grupo de amigos de diferentes disciplinas se reunieron en torno al pianista Tomás León para discutir sobre diversos tópicos de la vida nacional, sobre todo lo referente al arte y la música en particular. Ellos eran médicos, empresarios, escritores, abogados, ingenieros y en general una gama de profesionales que compartía una genuina inquietud.

Cuando Melesio Morales expresó el deseo de llevar a la escena  su ópera Ildegonda y la dificultad debida a la resistencia de Amibale Biacchi, empresario de ópera activo en México en esa temporada, en presentarla en su compañía. El grupo  adoptó esa ópera como la bandera de su contienda. Forzaron cuanto pudieron llegando a boicotear una función de Baile de Máscaras  de Verdi, así consiguieron el apoyo del público, lo cual forzó al empresario a programar la obra de Morales. Ante este éxito, el grupo decidió constituirse en una asociación formal que evitara subsiguientes desprecios y de paso conseguir la dignificación de la profesión musical por medio de un conservatorio. De este modo, el 14 de enero de 1866, se constituyó en asamblea la Sociedad Filarmónica Mexicana[1], en cuyas primordiales funciones estaba la fundación de un Conservatorio[2]. La aceptación social de tal evento fue enorme, y trascendió las fronteras de tal suerte que el pianista Franz Liszt envió su cooperación para el feliz desempeño de tales tareas, lo cual le valió para ser nombrado socio de Sociedad Filarmónica Mexicana y la obtención de la orden de Guadalupe. Por supuesto que el primer logro de la Sociedad fue el hacer que Biacchi estrenara de Ildegonda el día 27 de enero.

De este modo, en una casa que había sido sede de la academia de música del Padre Agustín Caballero se abrió el Conservatorio el día 1ro de Julio de 1866, siendo nombrado éste como director.

Esta nueva institución tenía implícitamente la misión de entrenar músicos competentes para las funciones operísticas y musicales del país, así como la formación artística de los mismos. Además, este nuevo conservatorio vio la oportunidad de hacer algo inédito en México: la formación profesional de las mujeres. Es decir el Conservatorio fue la primera escuela profesional en la que una mujer podría obtener un título profesional. Lo cual es especialmente significativo en una sociedad en la que la mujer carecía de cualquier derecho. De hecho, al cabo de un par de meses de que el Conservatorio inició actividades, su infraestructura se vio incrementada al integrarse la Academia de Música y Dibujo para Señoritas que dirigía la maestra maría de la Luz Oropeza.

Así, el Conservatorio abrió cursos en prácticamente de todas las disciplinas musicales vigentes y, como otro aporte vanguardista, impartió la clase de idioma mexicano, siendo la primera escuela en dar esas clases formalmente[3]

Al caer el régimen imperial de Maximiliano se temió por la posible disolución del Conservatorio. No obstante, al contrario de ello, el gobierno de Juárez otorgó a la Sociedad Filarmónica Mexicana el magnífico edificio de la Ex Universidad y la lista de sus socios se vio incrementada con la presencia de connotados liberales, con lo que el Conservatorio pudo ampliar sus actividades hacia el arte dramático, convirtiéndose, bajo las gestiones de José Valero y Aniceto Ortega, en Conservatorio de Música y Arte Dramático, condición que se conservó por varias décadas.

Pero Sociedad Filarmónica Mexicana se encontró con dificultades financieras[4] en 1877, por lo que el gobierno intervino a fin de nacionalizar el Conservatorio e integrarlo en el sistema educativo del estado Mexicano. Es a partir de ese año que el Conservatorio es una de las escuelas del sector público mexicano[5].

Tras la nacionalización del Conservatorio, se implementaron una serie de cambios de orden operativo y administrativo para ajustarlo a los procedimientos del gobierno federal, y, el campo académico no estuvo al margen de los nuevos vientos, de tal suerte que se buscó colocar a la práctica y enseñanza musicales de acuerdo a la corrientes vigentes en Europa para dar así mayor eficiencia y eficacia al desempeño profesional de los músicos mexicanos, tanto en las temporadas de ópera de empresas extranjeras y nacionales como en los conciertos del mismo Conservatorio.

En términos generales la inclinación artística y académica de los primeros años del Conservatorio era una adaptación de los cánones de la ópera italiana, la planeación parisina y la idiosincrasia mexicana. Pero al llegar Porfirio Díaz al poder, lo francés empezó a inundar la sociedad, tanto en la arquitectura como en la literatura y en la música, de tal suerte que en el Conservatorio se empezaron a presentar cambios en la inclusión de prácticas pedagógicas francesas, lo cual causó airadas disputas entre los profesores[6].

Durante el porfiriato la actividad artística de la Ciudad de México encontró una vitalidad antes desconocida, ello fue gracias a las posibilidades que El Conservatorio proporcionó a la profesionalización de la escena, tanto en la ópera como en los conciertos y el salón. De hecho, la orquesta del Conservatorio se constituyó como un pilar de la cultura nacional. El éxito de esta nueva situación se debió a un mejor posicionamiento de la música en la sociedad mexicana y en el envío de profesores y estudiantes destacados a realizar estudios en Europa, eso sin descontar la práctica anual de concursos internos que estimularon el esfuerzo de los alumnos.

En 1907 el edificio de la Ex Universidad se encontraba en muy malas condiciones y hubo necesidad de demolerlo[7]. Consecuentemente el Conservatorio nuevamente debió cambiar de sede, ahora,  hacia una casona de la Tabacalera Mexicana, frente al hoy museo de San Carlos. Ese edificio era muy malo para las necesidades del Conservatorio, carecía de un teatro y se encontraba fuera de los entonces límites de la ciudad. Por ello las funciones más importantes debían ser efectuadas en el Teatro Abreu, que era rentado para tales propósitos.

En ese lugar el Conservatorio permaneció unos pocos años, pues en 1912 se adquirió la magnífica casa de Moneda 14 y 16, exactamente frente al Museo Nacional.

Las condiciones del país en plena Revolución generaron incontables cambios, uno de ellos fue la supresión del personal del Conservatorio en enero de 1915 por órdenes del Ejército Constitucionalista, pero tres meses después, la Convención de Aguascalientes reinstalo a la planta docente[8].

Al terminar el conflicto armado de la Revolución las artes mexicanas se transformaron en el medio en por el que la nueva nación habría de reflejarse. Es así que nace el llamado Nacionalismo Revolucionario que terminó por ser la propuesta cultural más emblemática de la historia de México y a la cual se le llagó a identificar en todo el mundo. A éste movimiento se integraron los principales artistas mexicanos de todos los tiempos y en la música no fue la excepción. Por aquellos años el Conservatorio confirmó su vocación en la construcción de la nación, formando a los principales músicos mexicanos, quienes, además de ejercer una actividad artística destacadísima, se desempeñaron como docentes del Conservatorio. Así Carlos Chávez, Silvestre Revueltas, José P. Moncayo y Manuel M. Ponce, entre otros nombres admirados, formaron a innumerables músicos, algunos de los cuales son hoy los más respetados.

La casona de Moneda 14 y 16 es un magnífico palacio que fue construido en el siglo XVIII para otros fines diferentes al de una escuela de Música, por lo que carece de la infraestructura habitual como una sala de conciertos. Consecuentemente, las funciones mayores del Conservatorio hubieron de realizarse en los patios, en las instalaciones del Museo Nacional (mismo que se encuentra al otro lado de la calle de Moneda) o en un teatro rentado para tal efecto. No obstante, el Conservatorio alcanzó una posición destacada en la cultura posrevolucionaria y se convirtió no sólo en una de las entidades básicas del nuevo Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), sino en uno de los fundamentos para su creación en 1946.

Poco después de que México declarara la guerra a las potencias del Eje, como consecuencia del hundimiento de algunos barcos de Pemex, el Gobierno expropió los terrenos del Club Hípico Alemán que se encontraba en las afueras de la Hacienda de los Morales. Pronto se vio que en ese espacio se podría construir un edificio concebido desde la mesa de diseño del arquitecto Mario Pani como una escuela de música de grandes dimensiones. De este modo el Conservatorio, tras dejar el añoso edificio de Moneda 14 y 16, se trasladó temporalmente a la escuela Normal de Maestros y en 1949 se inauguró solemnemente. Este es el edificio que hoy ocupa el Conservatorio y desde 2012 es catalogado como Monumento Artístico de la Nación.

A partir de la integración del Conservatorio al INBA la educación musical se encauzó cada vez en los parámetros de una educación profesional, diferenciándose de la Escuela de Música de la UNAM en su visión de la educación artística.

Las consecuencias de la II Guerra Mundial se dejaron sentir de manera contundente en las conciencias de la juventud en la década de 1960, el mundo experimentó un cambio de paradigmas y México no fue la excepción. Los cánones y paradigmas fueron cuestionados por una generación que vio las cosas de otro modo y, por lo tanto, el Nacionalismo Revolucionario encontró un movimiento de alternacia contra el que chocó en 1968. Nuevamente el Conservatorio tomó un papel central en las nuevas ideas, y si durante el movimiento estudiantil no destacó como protagonista, si fue foco de expresión en la deconstrucción de los fundamentos del arte mexicano, con lo que se inició de lleno el movimiento vanguardista, corriente que se consolidó con el primer concierto de música electroacústica en el año de 1970 y la integración de grupos de compositores e intérpretes, que promovieron las nuevas prácticas como la aleatoriedad, el gestualismo, la improvisación, las técnicas extendidas y otras que marcaron la llamada Música Nueva, misma que hizo ver obsoleto al Nacionalismo Revolucionario.

Hoy la vida musical mexicana es una de las más intensas de toda Latinoamérica, hay una veintena de orquestas profesionales, 3 compañías de ópera, y más de 50 escuelas superiores de música (al menos una en cada estado). Todo ello es muestra de que el Conservatorio ha dejado una enorme huella, a tal grado que no es posible entender la cultura mexicana sin esta institución.

Después de 150 años el Conservatorio es innegablemente un referente, ya que es quien posee la gran tradición de desarrollo artístico y educativo musical en México.

 

Mtro. Karl Bellinghausen

Investigador del Cenidim

Docente del CNM



[1] Reglamento Orgánico de la Sociedad Filarmónica Mexicana. México; Imprenta económica, Puente de Jesús Nazareno Nr. 7; 1866. p. 4.

[2] Op. cit. p. 17.

[3]Altamirano, Ignacio Manuel. Obras Completas VII. Crónicas, Tomo 1. México; SEP; 1986.  p. 172.

 

[4] Entre los documentos del archivo General de la Nación figuran un par de estados de cuenta referentes a los adeudos de algunos socios protectores de la Sociedad Filarmónica y los faltantes para cubrir los adeudos por la construcción del Teatro.

[5] No hay que descartar algunas posibles consideraciones políticas, ya que en ese mismo año Porfirio Díaz ascendió a la presidencia y derrocó a Sebastián Lerdo de Tejada, quien era miembro de la Sociedad Filarmónica Mexicana, igual que Ignacio Ramírez, El nigromante, quien fue el encargado de ejecutar la nacionalización del Conservatorio y la consecuente disolución de la Sociedad Filarmónica.

[6] La más conocida es la postura de Melesio Morales quién se oponía al uso del piano en las clases de solfeo, práctica que se promovió por Alfredo Bablot, director de origen francés.

[7] Carlos Chávez expresó en el discurso inaugural del edificio de Mazarik que la demolición de ese edificio fue un lamentabilísimo error.

[8] Posiblemente este episodio no tenía el objeto de cerrar el Conservatorio, sino más bien de reencausar a la institución de acuerdo a los nuevos programas del Estado, por ello fue integrado a la Universidad en 1917, permaneciendo como escuela Universitaria hasta 1929, año de la Autonomía.